El día que ya no sepas quién eres, dónde estas, que tienes en la cabeza tomando las decisiones por ti. El día que no encajes en el puzzle que ayer sustentabas. El día que te asustes de ti mismo. Ese día, descubrirás tu esencia. Está en tu mano aceptarla o no.
Yo lo hice: cuidado con el dragón.

viernes, 5 de junio de 2015

Envuelta en sus pétalos marchitos y apestado a tu basura

Te digo que te has perdido, cuando en realidad me he perdido yo. Entre página y página se han escurrido los últimos pétalos que quedaban de la rosa, marchita, que nos miraba desde el florero.

Solías reírte y decir que por qué tenía un flor mustia en la habitación, que la tirara. Y yo que la veía tan débil, y en su día tan hermosa, no podía. Supongo que porque nunca sentí algo tan mio. Cuando tú te reías y decías que era fea, que ya era inútil, que "una vez deja de ser bonita tenerla ahí pierde el sentido"; cuando tú solo veías lo que tenías delante y no las tardes que se marchitó por nuestra culpa, entonces, te juro que yo me estremecía a cada fonema, vibración tras vibración se me clavaran como témpanos de hielo en la dermis. Te vi, arrojando a la basura la flor marchita de tu vida, con la claridad de quien se arrodilla ante el cepo y oye como se acercan a bajar la cuchilla. Pero esperé. Escondí la rosa, esperando eliminar así nuestras similitudes. Aún a días la buscaba y la miraba, más real que un espejo, deseando poder curarla, poder salvarla, poderla hacerla tan bonita como yo la veía; y pensaba si alguien pensaría eso de mi.
Digo que te he perdido, cuando en realidad me he perdido a mi misma.
Me he perdido y me he encontrado, envuelta en sus pétalos marchitos y apestado a tu basura, arrastrada como un perro para evitar que me vieras, porque "una vez deja de ser bonita tenerla ahí pierde el sentido". Y yo era más bonita que nunca, pero quizá no para ti.
Yo me había encontrado entre raspas de pescados de otros gatos y restos de latas de otras rosas. Yo me había encontrado pero tenía miedo de que tu me encontraras y echases de menos mi manto de hierba, mi andar de barro, la adoración de mis exclusivos ojos fijos. Miedo de que no vieses en mi lo que yo veía en aquella rosa marchita: que era lo que era antes y que en realidad no había cambiado, pese a mis pasos de nácar y mi mirada vagabunda. Que seguíamos siendo la visión favorita de mis flores escondidas, aunque cambiara la película. Que a más se me ensanchaba el corazón de vertederos y adosados, más feliz volvía a tus brazos y más fuerza tenía para amarte.
Te digo que te has perdido, que me he perdido, cuando en realidad no tengo valor de salir a buscarte.

2 comentarios:

  1. Esta reflexión sobre la belleza de la rosa me recuerda a aquella del principito y alguien me dijo una vez que si me gustaba mucho una rosa, mejor que no la cortase para llevármela.
    Hay muchas rosas por el mundo que se sienten perdidas o desubicadas por haberse sentido flor de un día.
    A veces es dificil encontrarse a uno mismo, pero al final termina sucediendo y todo cobra sentido.
    A traves de tus textos darás con el mapa adecuado y como los mapas del tesoro de las novelas decimonónicas, hallarás el lugar marcado con la cruz donde se encuentra tu realidad personal.
    Suerte en la búsqueda.

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    1. Que cualquier cosa que salga de mis dedos recuerde al Principito en la más ínfima medida ya es un cumplido de dimensiones épicas.
      Y gracias, poco a poco, aun me queda mucho camino (por suerte)

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