El día que ya no sepas quién eres, dónde estas, que tienes en la cabeza tomando las decisiones por ti. El día que no encajes en el puzzle que ayer sustentabas. El día que te asustes de ti mismo. Ese día, descubrirás tu esencia. Está en tu mano aceptarla o no.
Yo lo hice: cuidado con el dragón.

sábado, 6 de junio de 2015

Hay cosas que son mías.

No siempre apetece escribir. Esto es algo que a la gente le suele costar comprender, principalmente porque se supone que escribimos para sacarnos las cosas del pecho, y es verdad. Escribimos para que otro lleven la carga con nosotros. Pero, ¿y las cosas que no quieres compartir?
No me refiero con esto a que no quieras escribir las cosas buenas. Te apetecerá contarle al mundo que hoy has terminado un proyecto, que has conseguido trabajo o que al fin ha salido el sol que te permite llevar pantalones de verano. Te apetecerá que la gente sepa que eres feliz y, por qué no, también alegrarles a ellos si te es posible en algún día que te sientas altruista. Yo no hablo de eso, hablo de algo más..propio.
Nos suele costar publicar, leer o escuchar cosas que nos duelen a nivel interno, cosas que nos destrozan psicologicamente: lógicamente los momentos duros no se quieren repetir. Pero compensa, porque escribirlo es, como ya he dicho, la forma de librarte de parte. La forma de sobrevivir. Tú vía de escape. Os abrimos el pecho de par en par, repulsivo, nauseabundo, para que curioseéis cuanto queráis, con el fin de que lo limpiéis aun sin quererlo. Sin embargo, nada te impulsa a compartir tu intimidad positiva. ¿Por qué decirle a ellos que textura tienen sus dedos cuando te acaricia el pelo, como cambia su temperatura según donde, o la forma en que te guiña ambos ojos desde lejos?¿Por qué tienen que tener ellos una parte de ese abrazo, de esa palabra? Es tuyo. Lo quieres para ti.
Quizá porque pienso esto la gente suele decirme que mis entradas son deprimentes. Porque solo tratan cosas negativas. Pero es que ni su forma de buscarme, de abrigarme, de protegerme, de preocuparse; ni su forma de asegurarme el mañana solo a sonrisas, ni tan siquiera los escarpados precipicios de sus besos ajenos es algo que quiera compartir. Es una alegría que quiero cargar sola. Algo que no quiero sacar de mi pecho. No quiero que lo toquéis, no vaya a ser que mováis una mota de polvo. Que me robéis una pieza. Que se disipe en letras.
Entended que casi es ofensivo a mi memoria intentar plasmarlo, por lo erróneo, y sería peligroso para mi propiedad saber hacerlo mejor. Que los que escribimos a veces también somos egoístas.

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